Por Mónica Salinero Rates, Catalina Ostornol Navarrete, Javiera Novoa Cubillos - Equipo investigación Álbum de Funeral - Stgo, 2024
La muerte la asociamos, entre otras cosas, a uno de los rituales más significativos que han desarrollado los seres humanos (y otros seres), como una práctica distintiva de cierto nivel de autoconciencia y desarrollo cultural. Entre las múltiples acciones y etapas que componen los complejos rituales mortuorios hasta hoy, hay en la modernidad una práctica que muchas personas desconocen debido a su corta existencia en Chile y la región, pero que sin duda genera múltiples reflexiones sobre los procesos de ritualización, la construcción de las memorias de las trayectorias de vida, el cambio en las concepciones sobre la vida y la muerte, el uso y significado de sus imágenes, que bien podría evocar cierto morbo. Se trata de la narración gráfica de funerales, es decir la construcción de álbumes fotográficos sobre el rito del funeral, cuyo período de apogeo en el país se encuentra entre fines de la década de 1890 y la de 1960.
Como narración gráfica, los álbumes de funerales, constituyen una acción comunicativa sincrética de información muy relevante para comprender el lugar de la muerte, las trayectorias de vida, la trascendencia humana y su relación con la forma de construir recuerdos para las y los vivos, su descendencia y para el entorno social. Como narración gráfica, también, pasan a ser parte del acervo familiar que registra los eventos más relevantes del grupo como comunidad en su devenir (nacimientos, bautizos, titulación y egreso del sistema educativo, matrimonios, funerales, etc.).
Sí las actividades estéticas son sobretodo “(...) una recomposición del paisaje de lo visible, de la relación entre el hacer, el ser, el ver, el decir” (Ranciere, 2014:71), entonces los álbumes de funerales exponen cada uno su historia como si se tratara de un relato sobre la(s) muerte(s) en tanto acontecimiento de la comunidad humana, y ya no sólo como un evento individual. Comprenden elementos que caracterizan un tipo de narrativa (códigos, secuencias, orden, saltos temporales, entre otros) cuya estructura se repite, siendo interiorizada tanto por quien produce la narración como por quien la lee (Visa, 2012).
Porque aun cuando quien produce el álbum de funeral tiene un rol protagónico y una autoridad sobre la representación y construcción de la mirada de estos hitos y ritos de paso familiares, desde su propia subjetividad, es interesante observar que en la compilación de álbumes de funeral realizada, existe una construcción de mirada similar, desde sus tipos de encuadres, escenarios espaciales, actores y momentos del rito representados. La gestualidad y la disposición corporal revelan distintas emociones y relaciones tanto entre los deudos y el o la difunta, como entre los mismos asistentes; distancias y cercanías, así como las diferencias de género en sus roles dentro de la acción representada. También, sus disposiciones corporales circunscritas en relación a los lugares o espacios escénicos (Rivera, 2015). Así, el álbum narra visualmente el relato del rito de paso de la vida hacia la muerte construyendo una mirada que es, también, colectiva. Las similitudes entre ellos se manifiestan, además, en signos que hacen referencia a la cultura religiosa cristiana-católica común preponderante, los estandartes de las agrupaciones a las que pertenecían los y las difuntas, el lugar protagónico de los hombres sobre las mujeres en los ritos, y las fases del rito que se engloban dentro de un recorrido que va desde el velorio hasta el abandono del cementerio tras el entierro.
El rito funerario se describe como un rito de paso que marca la muerte como un tránsito desde el espacio físico, social y simbólico (Van Gennep, 1989 y Turner, 1988). Desde la dimensión corporal-material hacia la dimensión inefable de la ausencia de el o la difunta marcada por la acción del entierro; y como un proceso social y simbólico para sus deudos, que se trasladan a un espacio-tiempo distinto y suspendido de la normalidad, a modo de paréntesis, que les permite dar sentido a esta separación y amortiguar el dolor desde el apoyo afectivo, el compañerismo y desde donde emerge el sentimiento de comunidad al igualarnos frente a la muerte, difuminando jerarquías sociales, aunque sea sólo durante el rito.
En el rito funerario, el anuncio o comunicación de la muerte del ser querido es lo que marca el inicio de la fase de separación con su entorno social y el proceso ritual en sí mismo. Justamente, la revisión de los álbumes de funeral revela que los elementos en común que tienen son estas narrativas visuales secuenciales en las que se puede observar desde la fase de separación, señalada por la inserción del recorte del obituario publicado en el periódico en algunos de ellos; como también la representación completa de esta trayectoria de paso liminar y simbólica. Marcada por distintas etapas, la trayectoria liminar va desde el velorio, el traslado del ataúd hacia la carroza, la procesión hacia el cementerio, la llegada al cementerio -con la consiguiente procesión dentro del cementerio-, y finalmente, la ceremonia del entierro y despedida. Ésta marcaría la fase de agregación o post liminar (Van Gennep, Turner), que es donde se cierra el ciclo, se ubica socialmente a la difunta en su nuevo lugar o dimensión y se vuelve a la estructura normativa social luego de dotar a la muerte (y vida) de sentido en la esfera terrenal.
Tras la inserción del obituario, si es que está incluido, los álbumes exponen las fotografías del velorio. Esta etapa del rito marca el inicio de la fase liminar, performativa y social dentro del rito funerario. Es aquí donde se presenta a el o la difunta a su círculo social y familiar. Generalmente ocurre inmediatamente después de la comunicación de su muerte y antes de la misa funeraria, la procesión y el entierro. Las fotografías del velorio en los álbumes de funeral tienen en común el encuadre de la escena del montaje del féretro como eje central de la imagen, todo el decorado a su alrededor, elementos simbólicos y religiosos. El féretro funciona como objeto-espacio contenedor del cuerpo y que permite (o no) su exhibición final para el recuerdo de sus deudos.
Luego del velorio, el álbum narra el traslado del féretro hacia la carroza para iniciar su recorrido hacia el cementerio y desde ahí un nuevo traslado para continuar con la procesión dentro del cementerio hasta su último lugar de descanso, sea nicho, tumba o mausoleo. El féretro va vestido de mantos que pueden o no tener motivos identitarios de alguna cofradía o institución, flores, y algún otro elemento característico de entre sus roles sociales. Los protagonistas de esta acción de traslado son siempre hombres, mayoritariamente adultos, vestidos formalmente, con terno, corbata, algunos con sombreros llevados en la mano -en gesto de respeto y caballerosidad hacia el o la difunta-, y a veces con abrigos, hacia la carroza fúnebre, ricamente adornada con flores y otros símbolos como parte de su decoración. En estas escenas ya se pueden identificar a varios de los asistentes de la procesión, marcada por la presencia mayoritaria de los hombres en el encuadre. Esta repetición escénica representada en los álbumes de funeral nos remite a lo que Butler (2002) define como la construcción social del sexo (como género) desde la repetición de prácticas ritualizadas que internalizan una normatividad dominante en el cuerpo y psiquis del tejido individual y social. Aquí, desde la distancia temporal de la mirada, el álbum nos revela estructuras patriarcales inconscientes que todavía practicamos hasta el día de hoy, volcándonos a nuestro presente iluminando nuestra mirada.
La carroza es parte de las pompas fúnebres, el acto de homenajear a un o una difunta y el vehículo que transporta su cuerpo, simbolizando el inicio de su viaje hacia el cementerio, la ciudad de los muertos. En los álbumes de funeral ésta se visualiza siendo impulsada generalmente por caballos “vestidos” con adornos tradicionales según estilo y época, y se diferencian entre ellas desde su materialidad, modelos y tipos de ornamentación. La procesión es un tránsito, una peregrinación y una despedida en comunidad hacia la ausencia de su existencia o según creencias, hacia el encuentro con lo divino. Es una instancia de reunión, de compartir juntos un proceso al que todos nos dirigimos. Es también un proceso de asimilación de la pérdida y una manera de compartir ese sentimiento de manera comunitaria.
El viaje de la carroza tiene una temporalidad. mayoritariamente transversal en los álbumes funerarios, marcada por la trayectoria entre dos lugares sacralizados: la iglesia, y el cementerio, lugar consagrado para el descanso final de los restos de el o la difunta y dar testimonio de su memoria para su familia, comunidad y resto de la sociedad por medio de su tumba, nicho, mausoleo, datación de su vida y muerte, nombre y epitafio. La bajada del féretro de la carroza en la entrada del cementerio anuncia a los asistentes, el traspaso de un umbral entre el espacio mundano y el espacio sacralizado así como el inicio del último tramo que transitará el cuerpo antes de su sepultura.
Aquí se representa el último homenaje y adiós al cuerpo, y por consiguiente, la fase de agregación, de integración simbólica, dando cierre a este tránsito con el cuerpo escondiéndose del plano terrenal marcando el fin de su existencia en esta dimensión. Las fotografías de esta fase en los álbumes muestran el acercamiento del féretro hacia su tumba, nicho o mausoleo, donde se detiene la acción para dar espacio a los últimos gestos y palabras de despedida.
La fotografía de funeral, a través de sus álbumes, revelan estos hitos dentro del ritual funerario. Los álbumes tienen la función de comunicar no sólo los pasos de este ritual sino toda la dimensión simbólica que lo constituye, a través de sus sujetos y acciones representadas, lugares, elementos dentro de sus encuadres, ángulos de toma de la imagen, adornos, símbolos, objetos, etc. así como su propia duración y temporalidad. También, el fotógrafo de funeral es un actor más dentro de esta performance ritual, el testigo que le dará la trascendencia aportando a la construcción de la memoria de sus deudos y a posteridad. La fotografía de funeral como acto, pasa a ser una práctica ritual dentro del mismo rito, al entenderse éste como una forma de actuar las creencias consensuadas que están insertas en una estructura determinada, fijando en este acto performativo la multiplicidad de elementos interrelacionados que lo configuran parcialmente. Como Sutton (2011) describe el rito referenciando a Deleuze, “a modo de rizoma” para ser re-habitado y resignificado y reconfigurado “desde la acción misma de su actualización” en la distancia temporal y espacial del espectador.
Bibliografía
Butler, J. (2002). Cuerpos que importan. Sobre los limites materiales y discursivos del "sexo". (Ana Boixo, Trans.).Paidós. (obra original publicado en 1993)
Sutton, S. H. (2011). El ritual como performance. Enunciación, 16(1), 16–30. https://doi.org/10.14483/22486798.3586
Rancière, Jacques (2014). Del arte y del trabajo. En qué aspecto las prácticas del arte son y no son una excepción ante las otras prácticas. En El reparto de lo sensible. Prometeo libros.
Rivera Cusicanqui, Silvia (2015). Sociología de la Imagen. Miradas Ch'ixi desde la historia andina. Tinta Limón Ediciones.
Turner V. W. (1988). Liminalidad y Communitas. En V. Turner W. & B. García Ríos (Eds.), El proceso ritual: estructura y antiestructura (pp. 101-136). Taurus. (Obra original publicada en 1969)
Van Gennep, A. (1981). Los ritos de paso. (J. Azaola, Trans.). Taurus. (Obra original publicado en 1901)
Visa Barbosa, M. (2012). Una metodología sociológica y narrativa para el análisis de relatos fotográficos. Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 18, 929-939. https://doi.org/10.5209/rev_ESMP.2012.v18.40971
Fotografías
Figura n° 1. Tarjeta de Presentación de Fotógrafo Especializado en Narración Gráfica de Funerales. En Álbum del Funeral de la Sra. Ana Estay Estay. 1961, Valparaíso, Chile. Fotografía de Javiera Novoa. Colección privada de P. Palominos. En Santiago de Chile, 2022
Figura nº 2. Recorte del Obituario de Defunción. En Álbum del Funeral de la Sra. Ana Estay Estay. 1961, Valparaíso, Chile. Fotografía de Javiera Novoa. Colección privada de P. Palominos. En Santiago de Chile, 2022.
Figura n° 3. Registro de Portadas Álbumes de Funerales. Fotografía de Javiera Novoa. Santiago de Chile, 2022.
Figura n° 4. Retrato Mortuorio de Álbum de Funeral, Anónimo. Santiago de Chile. (ca.1940-1960). Autor Anónimo. Adaptado de Archivo del Cementerio General.
Figura nº5. Velorio con flores, ataúd, personas y niño mirando a la cámara. Autor desconocido. Adaptado de Archivo del Cementerio General, ca.1940-1960, Santiago de Chile.
Figura nº 6. Fotografía de Velorio en Álbum del Funeral de Mons. Crescente Errázuriz. Autor Anónimo. Santiago de Chile. 1931. Archivo Fotográfico del Museo Histórico Nacional.
Figura nº 7. Fotografía de Hombres Cargando el Féretro hacia la Carroza. Adaptado de Álbum de funeral de familia Sutherland. Colección privada. Viña del Mar, Chile. ca. 1840-1960. Autor Anónimo. Digitalización propia.
Figura nº 8. Carroza y Procesión a Pie de Difunto Desconocido en Cementerio.( S.f.). Valparaíso, Chile. A. Anónimo. Archivo Fotográfico Digital Biblioteca Nacional. AF0016085.
Figura 9. Familia posando en la galería de entrada al cementerio general. Adaptado de Álbum de Funeral Hilda Espinoza, 1955, Santiago de Chile. Autor Anónimo. Colección T. Sepúlveda. Digitalización propia.
Figura nº 10. Imagen del Discurso de Despedida Previo al Entierro en Mausoleo del Sr. Aurelio Salas Olguín. Valparaíso. (1943), Archivo Fotográfico Biblioteca Nacional. AF0016095.
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